El prepucio de Gorzy

El inicio de las clases es algo que siempre me gustó. Hay tantos lindos recuerdos en mis primeros días de escuela (llorar las 4 horas enteritas, caerme de trucha contra el piso mientras corría y rasparme toda la humanidad, jugar a “la rueda rueda”, y vomitar el almuerzo en plena clase por los nervios). Más allá de esas adversidades siempre esperé con muchas ansias el primer día de clases, porque para sincerarme, la escuela siempre me gustó. De hecho esperaba ese día con las mismas ganas que Juan Pedro Damiani espera que se muera el otro viejo decrépito, borracho y poseedor de la peor corbata del mundo para poder coronarse el nuevo rey de Peñarol y continuar con la dinastía Damiani pero con el vigor y fuerza de una persona de 45 y no de una persona de mas o menos 160 años; o con las mismas ganas que yo espero también que sea el 2009 y haya elecciones y que Stirling se tire de nuevo como candidato, para que esta ciudad se vea nuevamente empapelada de su rostro de asador con mirada pensativa, ensimismada y filosófica mirando hacia un horizonte lejano e inexistente mientras se manosea la perita (por Dios que buena campaña electoral se mandaron los hombres del 5%)

Pero este año fue diferente, me sucedió todo lo contrario, y esto fue gracias a un único factor substancial… el viaje de ida del 149.
Es lo peor que hay sobre la tierra, es un método de tortura digno de Guantánamo. Es horrible. Y los que piensan que estoy exagerando es porque nunca se subieron al 149 a las 6 y media de la matina…desarrollo mi idea.

Para empezar, nada bueno se puede esperar de un día que comienza con madrugar. Nada bueno se puede esperar de un día que se inicia con levantarse a las 6 en pleno Julio. Después son aproximadamente 10 minutos en la parada, en la cual me cago de frío y puteo mucho por lo bajo (con la esperanza que no pase el 149). Cuando por fin aparece el condenado ómnibus, me acuerdo de la madre y hermana del conductor, y subo…
Al segundo de subirme me surge el primer bajón, la música que ponen en los ómnibus de mañana. Yo estoy manejando la siguiente teoría, los conductores ponen esa “música” para crear un ambiente propicio al sueño, de modo que los pasajeros, además de tener ganas de dormir por haber madrugado, al sumársele esa música espantosa se duermen y como consecuencia se pasan de parada, lo cual obliga a los inocentes pasajeros a tomarse otro ómnibus, o sea que compran un boleto más del que deberían, boleto que si no fuera porque los pasajeros se durmieron (gracias a la música que ponen) no se vendería…

Luego viene el trayecto en el cual busco algún lugarcito en el corredor, porque ni de casualidad agarro algún lugar vacío para sentarse, y las viejas chotas nunca se apiadan de un pobre estudiante de 19 años (veteranas egoístas, acaparan todos los asientos), y en ese trayecto todos mis sentidos se sensibilizan al máximo ya que se experimentan todo tipo de sensaciones, como por ejemplo, en el 149 tenemos al típico viejo con olor a húmedo y añejo, a la gorda que viaja parada y mira con cara de orto al que viaja sentado, el nenito llorando, el olor a yerba (el mate me gusta mucho pero el olor a yerba ajena sobretodo de mañana me desagrada bastante), el sucito con olor a pata y sobaco, el planchita que escucha cumbia a un volumen considerado, etc.
Además me gusta mirar hacia la ventana, lo cual puede producir traumas al ver los graffitis de por ejemplo “palo y palo” con leyendas del tipo “2009: ganamos y volteamos el impuesto a la renta” (que no se sabe si cagarse de la risa o llorar por el bobo que se le ocurrió semejante idea)…pobre García Pintos…

Yo creo que el viaje de 20 años que hizo Ulises por los mares de Grecia para llegar a Ítaca (en el que desafió al dios Poseidón, luchó contra las sirenas y contra hechiceras como Circe) se le hizo más corto a él que a mí la media hora del 149.
También comparo el maldito viaje del 149 con el viaje en barca de Caronte, con la diferencia que con Caronte llegás al infierno, en cambio en el 149 viajás EN el infierno…

149, la %&”/% de tu madre.



El post del día de hoy está dedicado en su totalidad a Inéz (de Inéz y Vale) que muy amablemente me copió las letras de “gladiador de lengua” y “la octava de Octavio” y me los mandó por mail, ambos temazos de Bufón que recomiendo fervorosamente…
Ine, gracias.